Por: Ariel Rosas Jr.
El puesto ejecutivo no es un ascenso: es una nueva función
En muchas organizaciones, se tiende a ver el cargo ejecutivo como el “premio mayor”, el lugar donde finalmente se manda. Sin embargo, ocupar una posición ejecutiva no significa haber llegado, sino haber asumido una nueva responsabilidad: la de ser un multiplicador de capacidades para toda la estructura.
El impacto de una persona en este nivel va mucho más allá de sus tareas personales. Sus decisiones, su enfoque de liderazgo y su forma de relacionarse con sus gerentes pueden acelerar o entorpecer el funcionamiento completo de la organización.
El efecto dominó del liderazgo ejecutivo
Cuando un ejecutivo lidera con claridad, coherencia y visión, facilita el trabajo de sus gerentes. Les da dirección, autonomía y herramientas. Genera un clima de confianza que permite que los líderes intermedios florezcan. El resultado: equipos más motivados, mejor alineados y con mayor rendimiento.
Pero cuando ocurre lo contrario —cuando el ejecutivo centraliza decisiones, interfiere en lo operativo o no define prioridades claras— los efectos son devastadores:
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Se ralentizan los flujos de trabajo
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Se multiplican las reuniones innecesarias
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Se genera ansiedad en los mandos medios
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Se pierden oportunidades por falta de reacción
El problema no es visible al principio, pero en poco tiempo se traduce en baja productividad, frustración y fuga de talento.
¿Multiplicas o microgestionas?
Una pregunta clave para cualquier ejecutivo es: ¿Estoy empoderando a mis gerentes o simplemente supervisándolos? La diferencia es abismal.
Según la experta Melody Wilding, el error más común en esta transición es seguir liderando desde la lógica del “experto que resuelve todo”. Esa mentalidad, que fue útil en el nivel operativo, se convierte en un cuello de botella en el nivel ejecutivo.
El rol cambia de hacer a habilitar. No se trata de dar instrucciones, sino de hacer las preguntas correctas. No se trata de controlar tareas, sino de crear entornos donde otros puedan tomar decisiones con confianza.
¿Qué puede lograr un ejecutivo bien alineado?
Cuando un líder ejecutivo comprende y abraza su verdadero rol, los beneficios se multiplican:
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Se reducen los errores porque las decisiones se toman más cerca del problema
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Se elevan los estándares de desempeño gracias al feedback estratégico
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Se mejora la coordinación entre áreas gracias a una visión compartida
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Se acelera la innovación porque se da espacio a nuevas ideas
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Se fortalece la cultura organizacional a través del ejemplo y la coherencia
Todo esto sin necesidad de estar presente en cada detalle, porque se ha construido un sistema que funciona más allá del individuo.
Cuando el ego se interpone
Pero no todo es crecimiento. Muchos ejecutivos fracasan no por falta de capacidad, sino por no soltar el ego del “hacedor”. Quieren seguir resolviendo, apareciendo en cada decisión, opinando en cada tema. El resultado es agotamiento personal, desgaste del equipo y un clima laboral tóxico.
Como bien señala Wilding, “liderar líderes no es hacer lo mismo con más gente y más presupuesto. Es reconfigurar tu identidad profesional y dejar que otros brillen”.
Señales de alerta: ¿estás generando valor o restando?
Hazte estas preguntas como ejecutivo:
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¿Mis gerentes toman decisiones sin tener que consultarme todo?
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¿Mis equipos tienen claridad sobre hacia dónde vamos?
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¿Estoy resolviendo problemas o formando personas que resuelven?
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¿Mi equipo se siente energizado o drenado tras nuestras reuniones?
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¿Hay avances sin que yo esté en todo?
Si tus respuestas apuntan a centralismo, control o dependencia, es momento de revisar tu impacto real.
Liderazgo como servicio: la esencia del cargo ejecutivo
Un ejecutivo no está ahí para ser el más ocupado, ni el más visible. Está ahí para hacer que todo funcione mejor sin su intervención constante. Su rol es crear claridad, remover obstáculos y cuidar el sistema.
Un líder que no desarrolla a sus gerentes se convierte en su mayor fuente de estrés. Pero uno que los potencia, que los escucha, que los desafía y los respalda, construye un equipo capaz de superar cualquier meta.
Escrito por Ariel Rosas para NE360.
Inspirado en los principios de liderazgo ejecutivo compartidos por Melody Wilding, autora y coach de alto rendimiento.
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